Dimensión icónica:
Una mañana el hombre del agua tenía un plano azul sobre la
mesa. Sus ojos y sus dedos seguían las curvas que representaban los caños del
agua incrustados sobre las paredes y debajo de los pisos como gusanos que las
hubieran carcomido. Él no me había visto, a pesar de que sus pelos revueltos
parecían desconfiados y apuntaban en todas direcciones. Por fin levantó los
ojos. Tardó en cambiar la idea de que me miraba a mí en vez de lo que había en
los planos y después empezó a explicarme cómo las máquinas, por medio de los
caños, absorbían y vomitaban el agua de la casa para producir una tormenta
artificial. (Hernández, 1960, p.9)
Allí se describe la existencia de unos planos en los que se describen los caños de agua y como se produce la famosa tormenta artificial.
Dimensión insidial:
“Los muebles de mi habitación, grandes y oscuros, parecían
sentirse incómodos entre paredes blancas atacadas por la luz de una lámpara
eléctrica sin esmerilar y colgada desnuda, en el centro de la habitación” (Hernández,
1960, p.4).
Allí el protagonista describe una habitación en especial
donde se encuentra hospedado en la casa inundada.
Dimensión simbólica:
“…Pero después el ruido de las ruedas la deprimió y sintió
pena por el agua que había dejado en la fuente del hotel; recordó la noche en
que estaba sucia y llena de hojas…” (Hernández, 1960, p.14).
La señora Margarita recuerda la fuente del hotel que se
encuentra sucia, lo cual evoca un sentimiento de tristeza.
Espacio y lugar: La historia se desarrolla en una ciudad de
Buenos Aires, en un llano árido mandado a inundar por parte de la señora
margarita, la casa se divide en islas y las personas viajan en ella gracias a un
bote.
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